Por Guido Scollo
Ya sean sillones, colchones en el piso o la cama más lujosa, lo importante es dormir. Y de paso, amortizar unos pesos por donde andemos, claro. El sitio Couchsurfing lo sabe y por eso nos ayuda a encontrar estas caritativas almas que andan por ahí, ofreciendo un lugar para pasar la noche. Aunque no todo siempre puede salir tan bien. Con más de 12 millones de usuarios en todo el mundo, las historias positivas y no tanto suelen salir a la luz. Y acá, un par de viajeros te cuentan los dimes y diretes de surfear en aguas desconocidas.
Couchsurfing lleva 12 años de existencia y amabilidad para que millones de viajeros puedan encontrar hospedaje gratis en más de 200 mil ciudades del globo de manera sencilla mediante su sitio, conectándolos con otros usuarios que ofrecen algún sector de su casa a cambio de una rica experiencia cultural. El sistema ayuda a calificar tanto a viajeros como a anfitriones, por lo que hallar lo más adecuado a la ruta de cada uno puede ser bastante simple. De todas formas, siempre hay un lado B que aparece por la ineludible actitud aventurera de algunos, haciéndolos llevarse algunas sorpresas. La española Patricia Rodríguez, de 21 años, tuvo uno de esos inolvidables momentos durante su último viaje por la Argentina: “Estábamos en San Martín de los Andes y no encontrábamos hospedaje hasta que un hippie couchsurfer nos ofreció compartir su carpa”. La asturiana y su compañera de viajes, oriunda de Alemania, se encontraron así, atravesando diversos caminos montañosos llenos de perros salvajes, para llegar a su morada del día. “A la mañana siguiente estaba despertando al lado del muchacho bi-dente” (no, no adivinaba el futuro, se imaginarán) “y puedo decir que le diagnostiqué una extrema halitosis”, añade con una gran sonrisa. No se preocupen, así y todo, ella sigue recomendando la red social. “Esta fue la única experiencia mala que tuve, el resto siempre han sido fantásticas, tío”, recita en un acento muy cercano al de la chica que da vida a nuestros GPS.
Por su parte, una joven china de 24 años, que prefirió resguardar su identidad por miedo a posibles represalias, cuenta cómo un viaje de amigas por Dinamarca casi termina siendo otra secuela de Hangover (o al menos eso hubiesen pretendido quienes las recibían). “Cuando logramos entrar en la casa, nos encontramos con una mesa con más de 200 condones”, recuerda aún con asombro y un poco de risa. Pero esto no es todo, sino que los dos muchachos dueños de las sábanas tenían una propuesta para hacerles: “Querían dormir de a tres, cada uno con dos de nosotras, pero nos negamos y terminamos durmiendo las cuatro en un cuarto”, aclara y agrega que “entre la música sonando toda la noche y mi primera impresión de ellos, claramente no dormí ni una hora”. Solo una noche de las tres reservadas bastó para que el grupo salga en búsqueda de un nuevo hospedaje por Copenhague. “Son más las amistades que he hecho que estas experiencias”, sostiene al mostrar las 15 calificaciones positivas en su perfil.
Del otro lado del mostrador se encuentra Agustín Fernández Blanco, argentino de 23 años, residente de la Ciudad de Buenos Aires, quien suele ofrecer su monoambiente a couchsurfers. Un colchón de una plaza abajo de su cama es todo el lugar que las visitas necesitan (además del baño, en donde una turista se instaló varios días por problemas con el mate), y suelen compartirlo ya que la mayoría llega en grupos de a dos. “Un alemán me pidió permiso para llenar la casa de velas y sorprender a su novia”, menciona al pasar y agrega que luego, la pareja se quedó mirando películas en la cama el resto de la semana. Recibir gente en el mundo íntimo de uno puede generar otro tipo de vínculos, por lo cual despedirlos también resulta difícil: “Me sentí un poco triste cuando esta pareja se fue porque eran muy simpáticos y hasta me cocinaban platos alemanes”, recuerda Agustín, mientras piensa en el chucrut. Pero esto no es todo para él, sino que también viaja: “En Colombia, una chica no nos quiso mostrar la ciudad porque decía que mi perfil se veía sospechoso”, cuenta asombrado.
Las chances de no tener una experiencia buena son posibles, aunque son muy reducidas y más aún si se siguen los tips que los creadores de la web proponen. Por mi parte, pienso animarme y ya estoy buscando destino. ¿Vos tenés un sillón para prestarme?
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