¿Por qué amamos a Sophie Calle? Fuera de Off, ¿Por qué amamos a ...? Por: Julieta Benvegnu Por alguna razón, seguramente la psicología ofrezca unas tantas, cuando una persona no busca ser amada, más fácil resulta que la amen. Sophie Calle es una de las artistas más importantes del arte contemporáneo, sus exposiciones deleitan a los visitantes de museos en todo el mundo, sin embargo en sus entrevistas siempre marca una distancia entre su ser y su obra. Aunque, como ha hecho arte partiendo de su vida privada, pueda parecer exactamente lo contrario. Para ella su obra, es sólo el resultado de su trabajo. Con su obra que el resto haga lo que quiera… Nosotros la amamos. En su juventud Sophie Calle soñaba con ser cantante de ópera o escritora. Su fascinación por el proceso de escritura, por la creación de ficción a través de las palabras, sigue latente aún hoy, a sus sesenta y tres años. Sin embargo, Sophie ha abordado el terreno de la creación desde otro ángulo. O mejor dicho, buscando varios ángulos, agudizando su poder de observación detrás de la lente de una cámara. Como muchos adolescentes de las décadas de los sesenta y setenta, Sophie viajó por el mundo durante un puñado de años disfrutando del presente. Fue camarera en Nueva York, trabajó con un pescador en Creta y cultivó campos en México. Llegando a finales de los años setenta Sophie expuso su primera obra, Los durmientes, que constaba de fotografías tomadas a una serie de 28 desconocidos a los que invitó a dormir a su casa. Durante ocho días, los visitantes se sucedían tomando turnos de ocho horas de sueño en el lecho de la artista. Ella, observaba y fotografiaba. Uno de los “durmientes” era la mujer de un crítico de arte, quien la invita a la Bienal de Jóvenes en el Museo de Arte Moderno de París, devolviéndola a su ciudad natal. De la misma época son algunos de sus proyectos detectivescos. Sophie tomaba fotos de gente a la que seguía en la calle y se dedicaba a inventarles historias. Además, contrató a un detective para obtener una descripción minuciosa de su propia cotidianidad. Esto muestra de forma ilustrativa que el camino de la artista fue el de la exploración de sí misma. Sophie estuvo en Buenos Aires durante 2015 presentando dos de sus obras más conocidas. La primera, una película, No Sex Last Night (1992), en la que la artista se filma junto a su pareja de entonces (Greg Shephard) en un roadtrip mostrando la cotidianeidad de una pareja a punto de extinguirse. La segunda, Cuídese mucho, una instalación que contiene las interpretaciones que 107 mujeres le dieron a un correo electrónico personal de Sophie. En él, su pareja de entonces, le explicaba por qué ya no podían estar más juntos. Cantantes, actrices, lingüistas, periodistas, psicoanalistas… mujeres con distintas ocupaciones dieron su interpretación desde lo profesional a la carta. Sophie curó la muestra y la llevó a recorrer el mundo. En el proceso de sus obras el material es personal. Antes de ser obra, ese roadtrip fue realizado y ese e-mail fue recibido por Sophie Calle. Sin embargo, un artista toma un material y lo trabaja, se conecta con él de forma tal que al dar la obra por terminada se ha transformado por completo. En palabras de Sophie: “Todo lo que cuento es cierto, pero lo que hago no tiene nada que ver con un diario personal. Escojo momentos precisos a los que doy una forma distinta, reescribiéndolos y deformándolos. Mi trabajo surge de mi intimidad, pero nunca la revela. Lo que ustedes ven es solo la parte que acepto contar”. La han llamado una “artista de la privacidad”, pero ella (si tiene que catalogarse de alguna forma, cosa que odia) prefiere pensar que ha construido su obra a partir de la ausencia, la pérdida, la carencia (tarea: googlear Los ciegos y Ver el mar). Por otro lado, tomar su trabajo como exposición de su privacidad conlleva el peligro de catalogar su obra como premonitoria, con respecto a la práctica contemporánea que se da hoy a través de las redes sociales. Hay una distancia entre una cosa y la otra. Una obra de arte es producto de un acto de poiesis, de creación. Muchas veces no puede explicarse cuándo, en qué punto, un material dejó de ser lo que era para convertirse en otra cosa, pero por alguna razón es seguro que ya es otra cosa. La mayoría de publicaciones en las redes carecen de poesía. El sánguche del mediodía o las pesas de la tarde siguen siendo lo mismo, aunque tengan un par de stickers simpáticos. Está bárbaro, aguante las redes, pero mientras se consideren como medio de comunicación estamos hablando de dos cosas distintas. Lo de esta tipa es arte, qué premonitorio, ni tres cuartos. Con todo, no se puede negar que cuando Sophie inició su camino artístico estaba un poco mal visto “ventilar los asuntos privados”, y que sí se abrió paso desde la contracultura, ofreciendo una imagen de lo femenino alejada de lo estereotípico y metiéndose con formas artísticas que no estaban del todo consagradas (la fotografía, la performance). Está bueno que cueste escribir acerca de quién es o lo que hace. Ya en Leviatán, Paul Auster describía a un personaje que basó en Sophie Calle diciendo que: “Resultaba imposible meterla en una única categoría”. Que siga así, que por eso la amamos.